Perú quedó fuera del Mundial 2026 y la crisis va más allá de lo deportivo. La falta de patrocinio, marketing estratégico y apoyo a los jóvenes talentos refleja los problemas estructurales que frenan al fútbol peruano.
Perú ha perdido claramente la clasificación para el Mundial de 2026, y no por poco, sino de forma tan clara que apenas ha dejado margen para las excusas. Una selección nacional que hace unos años era aclamada como la revelación del fútbol, ahora se encuentra estancada en la parte baja de la tabla sudamericana.
Por supuesto, se pueden encontrar razones deportivas para ello, pero sería demasiado simplista referirse únicamente a la táctica o al estado de forma de los jugadores individuales. La atención se centra más bien en las estructuras, el dinero y la cuestión de si el marketing y el patrocinio deberían desempeñar un papel más importante en Perú para abrir nuevas perspectivas al fútbol.
Las cifras hablan por sí solas: con doce puntos en diecisiete partidos, Perú solo ocupó el noveno lugar en la clasificación sudamericana. Incluso con un Mundial ampliado, que ofrece a Sudamérica seis plazas directas y una plaza en la repesca, no fue suficiente. La derrota contra Uruguay en septiembre de 2025 selló su eliminación, un 0-3 que dejó claro lo grande que era la brecha con los primeros puestos.
Sin embargo, Perú había estado muy cerca en el pasado reciente. En la clasificación para el Mundial de 2022, el equipo cayó por poco en la repesca contra Australia. Que la caída haya sido tan clara esta vez no se debe solo a la mala suerte, sino a una mezcla de estancamiento deportivo y caos organizativo. El cambio de entrenador a principios de 2025, en el que Jorge Fossati tuvo que marcharse tras unos malos resultados, no aportó un nuevo impulso, sino más bien inquietud.
En el negocio global del fútbol, todo gira en torno al dinero. Los patrocinadores garantizan el funcionamiento de los clubes, financian las academias y proporcionan los medios para fomentar el talento. En Sudamérica no es diferente: muchas federaciones nacionales están estrechamente vinculadas a grandes patrocinadores que proporcionan apoyo logístico e impulsan proyectos deportivos.
En Perú, por el contrario, este potencial sigue sin explotarse en gran medida. Aunque hay patrocinadores individuales que están presentes en la liga, a nivel nacional falta un concepto claro sobre cómo se podría utilizar estratégicamente la comercialización. La dependencia del apoyo estatal o de unos pocos socios hace que la federación sea vulnerable cuando estas fuentes se agotan.
Un ámbito que está cobrando cada vez más importancia en Perú es el juego. El mercado del póquer online, las apuestas deportivas y los casinos está creciendo, al tiempo que el Estado ha introducido en los últimos años regulaciones más estrictas para frenar a los operadores ilegales. Según las estimaciones, el juego no controlado ya se ha reducido en torno a un cuarenta por ciento, lo que aboga por un mercado regulado.
Esto supone una oportunidad para el fútbol, ya que las empresas de juegos de azar, por ejemplo con productos como la mejor ruleta en vivo Casino777, se encuentran entre los mayores patrocinadores del mundo. En Europa y Asia hay innumerables clubes cuyas camisetas lucen el logotipo de los proveedores de apuestas. Esta tendencia también ha llegado hace tiempo a Sudamérica. Para Perú, esto podría ser precisamente una forma de generar ingresos adicionales y reducir la dependencia de unos pocos socios.
Detrás de estos resultados hay algo más que una crisis de forma. El fútbol peruano sufre desde hace años debilidades estructurales que se reflejan en los éxitos de la selección nacional. Una de las mayores áreas de mejora es la promoción de jóvenes talentos. Mientras que en países como Uruguay o Colombia se forma sistemáticamente a los talentos en academias y se les integra pronto en el ámbito profesional, en Perú a menudo faltan estructuras claras y conceptos a largo plazo.
La liga nacional ofrece oportunidades limitadas para que los jóvenes jugadores se desarrollen de forma continua. Muchos talentos emigran pronto porque las condiciones en el país no son las adecuadas. La infraestructura, las posibilidades de entrenamiento y el acompañamiento profesional a menudo no son suficientes para convertir a los diamantes en bruto en profesionales fiables.
Si echamos un vistazo a los países vecinos, vemos que el marketing no solo funciona con grandes sumas de dinero. Uruguay, por ejemplo, ha logrado establecer su selección nacional como una marca conocida mucho más allá de las fronteras de este pequeño país. Patrocinadores de diferentes sectores invierten porque quieren asociarse con la imagen de un equipo apasionado y luchador.
Colombia, por su parte, apuesta fuertemente por proyectos comunitarios que combinan el fútbol con el compromiso social. Las empresas no solo apoyan a los profesionales, sino también a iniciativas sociales que combinan el trabajo con las nuevas generaciones con proyectos sociales. Chile, además, ha demostrado cómo se puede aprovechar el contacto con las empresas tecnológicas para vincular el fútbol con proyectos de innovación.
Al final, todo conduce a un punto central: sin una fuerte promoción de la juventud, Perú no tendrá un éxito sostenible en el fútbol internacional, ni siquiera con los mejores patrocinadores. Al mismo tiempo, sin una base financiera sólida, cualquier estructura a largo plazo es una mera teoría. La interacción de ambos factores determina si la selección nacional podrá volver a situarse en la cima en el futuro.
Puede que se haya perdido la clasificación para el Mundial de 2026, pero eso no significa que el futuro del fútbol peruano sea desesperanzador. Al contrario: la crisis actual puede ser un impulso para cuestionar los viejos patrones y abrir nuevos caminos. Quien invierta inteligentemente en marketing, quien incorpore socios de diferentes sectores y destine estos fondos de forma específica a la cantera, sentará las bases para volver a ser competitivo en los próximos años.