Emblemas Mundialistas: Brasil 1950

Después de una pausa, volvió el torneo y en nuestro continente. El Mundial de la máxima tragedia brasileña: El MARACANAZO.
Después de una pausa de 14 años debido a la terrible Segunda Guerra Mundial, la competencia más importante del balonpié regresó para retomar su rica historia. A pesar de que las secuelas de la guerra fueron más que graves, el fútbol se recuperó con relativa rapidez.
Se dice que durante la guerra el Vicepresidente de la FIFA, Ottorino Barassi, escondió el trofeo en una caja de zapatos debajo de la cama y así evitó que cayera en manos del ejército de ocupación.
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En 1946 y sin perder mucho tiempo, se realizó en Luxemburgo el Congreso de la FIFA. Allí se realizó la elección del país organizador de la Copa Mundial de 1950 como uno de los puntos del orden del día. A Brasil se le encomendó organizar la competición del 50 por el trofeo de la Copa Mundial, llamado a partir de entonces Copa Jules Rimet en honor a los largos años de servicio del Presidente francés de la FIFA. Sudamérica, en general, no se había visto muy afectada por la Segunda Guerra Mundial y de hecho, desde el punto de vista futbolístico, había experimentado un gran auge. Sobre todo Argentina, equipo que ganó cuatro veces Copa América en la década del cuarenta. Sin embargo, ya había comenzado su declive con la marcha de las estrellas a Colombia y a México en busca de mayores recompensas, y a la federación se le había denegado la organización del torneo, asignado esta vez al gran rival, Brasil.

Estampilla especial inspirada en el torneo.
Por motivos políticos, los países del este de Europa ni siquiera se inscribieron, lo que privó a la competición de algunos de los equipos potencialmente más fuertes (la Unión Soviética, Checoslovaquia y Hungría). La campeona, Italia, acabó participando a pesar del accidente aéreo que tuvo lugar en Superga en 1949 y en el que murió todo el equipo del Torino, varios de cuyos integrantes lo eran también del combinado nacional. Como era natural, la debilitada selección italiana viajó a Brasil en barco.
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El primer gran cambio de este torneo fue el de establecer dorsales de identificación para los jugadores, del 1 al 11 y comenzando obligatoriamente por el portero. Si bien era novedoso en el campeonato mundial y era algo que muchos equipos europeos no implementaban, la numeración ya se venía utilizando en la liga brasileña desde la década del 40. Los dorsales fijos para cada jugador no llegarían hasta Suiza 1954.
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También se presentó un nuevo y revolucionario balón: Superball Duplo T. El mismo, de fabricación 100% brasileña, fue el primero sin el tiento (es decir, la tira de piel que reforzaba los balones de cuero) característica de los esféricos de la época. Así, la Superball de brasil era un balón de 12 paneles, con costura y pico invisibles y que por primera vez se podía inflar con una válvula de aire.

El balón revolucionario, junto con el trofeo del certamen.
El diseño sin autor
Nunca se oficializó el nombre del ilustrador del cartel de este certamen. El espíritu de internacionalismo de la posguerra está representado en el enorme calcetín de múltiples banderas, muchas de ellas de equipos que no clasificaron a la competencia. La tipografía recuerda mucho a la del diseño de la copa de Italia en 1934, aunque fue una fuente muy utilizada hasta la misma década del setenta. El fin es unir a todos los países del mundo después de la división de la guerra.
Además del trofeo Jules Rimet, también se diseñaron unas medallas de plata para el plantel subcampeón y unos broches de bronce para cada uno de los jugadores participantes del torneo.

La medalla de plata para los integrantes del plantel Subcampeón.

Broches de bronce, un recuerdo para todos los participantes.
Podemos estar de acuerdo con que el emblema por excelencia de este Mundial es hoy una palabra instalada en la historia del deporte: MARACANAZO. La final de este torneo fue de los partidos más recordados y más sufridos de la historia de los mundiales, y todo Río de Janeiro colapsó después del 1-2 a favor de Uruguay. Los charrúas ganaron su segundo título, y el Maracaná con sus 173.850 espectadores fue simplemente un mar de lágrimas.
El propio Jules Rimet contó años después que nunca vio un ambiente tan trágico como el del Maracaná al momento de entregarle el trofeo a Uruguay. Y el mismísimo Pelé confesó que decidió ser futbolista después de ver a su padre rabioso y al borde del llanto después de esta derrota.

El rostro de Jules Rimet lo dice todo. Fue una premiación difícil.
El tiempo se cargaría de darle a Brasil su lugar en la historia del deporte rey. Ocho años después, Edson Arantes do Nascimento haría justicia por su padre y toda su nación.